En los primeros 3 años de secundaria repite 1 de cada 10 chicos: el 11,81%. Y en la escuela media argentina, que amplió su cobertura, cada vez se repite más: diez años antes –con menos alumnos incluidos en el sistema– la cifra era 8,43%, según los datos oficiales. ¿Qué pasa con esos estudiantes que no logran alcanzar los objetivos y vuelven a anotarse al año siguiente en el mismo curso, probablemente con los mismos docentes, y vuelven a hacer las mismas actividades que los llevaron a repetir? Según una publicación reciente del Ministerio de Educación nacional, repetir no ayuda a mejorar, sino todo lo contrario: los alumnos que han repetido aprenden menos que sus compañeros. Y cuantas más veces repiten, menos aprenden.
La conclusión surge del Operativo Nacional de Evaluación (ONE) 2013 realizado en el último año de la secundaria, cuyos resultados se difundieron este año. Allí se comparó el nivel de desempeño de los alumnos que han repetido algún año escolar, con el de sus compañeros que no lo hicieron nunca. Estos quedan mucho mejor parados: en Matemática, por ejemplo, el 14,8% de los no repitentes obtienen desempeño alto, mientras que entre los que repitieron 2 o más veces, ese porcentaje desciende al 2,6%: los alumnos repetidores aprenden casi 6 veces menos.
Esa diferencia se reitera, con mayor o menor amplitud, en Lectura, Ciencias Naturales y Ciencias Sociales. “En todas las disciplinas, el desempeño de los alumnos que han repetido es significativamente menor que el de quienes no lo han hecho”, plantea el informe.
Además, según el análisis del ONE, “la diferencia se hace más importante a medida que aumenta la frecuencia de la repetición”. En otras palabras, la repitencia no contribuye a igualar a los estudiantes, sino que profundiza las brechas de aprendizaje entre ellos.
Los mayores problemas están en el primer y segundo año de la escuela media: en esos cursos el porcentaje de repitentes trepa hasta el 15%, en buena medida como consecuencia de la difícil transición de primaria a secundaria. A medida que avanza la escolaridad, la cantidad de alumnos que repiten desciende: el promedio de los últimos tres años ronda el 6,7%. Las estadísticas indican que la repitencia viene bajando en primaria, pero aumenta en el nivel medio.
Si bien estos datos del ONE se refieren a la secundaria, Rebeca Anijovich, profesora e investigadora de la Universidad de San Andrés y la UBA, afirma: “La repitencia no es un buen recurso pedagógico en ningún nivel educativo, porque implica que un alumno tenga que hacer de nuevo lo mismo que no pudo hacer la primera vez”. Además, “agrega el problema de la sobreedad y de la pérdida del grupo de pertenencia del estudiante”.
Axel Rivas, investigador principal del área de Educación de CIPPEC, coincide de manera categórica: “Está demostrado en diversos estudios que la repitencia no sirve para aprender más. Es una pésima estrategia pedagógica (supone hacer repetir todo de la misma manera, sin ningún otro cambio), hace un daño a veces irreparable en la autoestima de los alumnos, es muy costosa y muy ineficiente”.
En sintonía con los datos mencionados, el estudio de la Dirección Nacional de Información y Evaluación de la Calidad Educativa (DiNIECE) encontró que la sobreedad –consecuencia de situaciones de repetición o abandono– también va en detrimento del rendimiento escolar: a mayor edad del estudiante, más altas son las probabilidades de obtener desempeños bajos.
En sintonía con los datos mencionados, el estudio de la Dirección Nacional de Información y Evaluación de la Calidad Educativa (DiNIECE) encontró que la sobreedad –consecuencia de situaciones de repetición o abandono– también va en detrimento del rendimiento escolar: a mayor edad del estudiante, más altas son las probabilidades de obtener desempeños bajos.
Según los datos del Censo ONE del último año de secundaria, “en todas las materias, los alumnos de 17 años o menos (es decir, los que tienen la edad correspondiente al año que cursan) muestran mejores desempeños que los alumnos de mayor edad”. En Matemática, por ejemplo, el 14,5% de los estudiantes de 17 años o menos obtienen alto desempeño, mientras ese nivel es alcanzado solo por el 3,3% de los chicos de 20 o más años de edad.
Entonces, ¿cómo reemplazar este mecanismo, inexistente en otros países (entre ellos, Finlandia, considerada por muchos como la “meca” de la educación)?
Anijovich señala que es necesario renovar la escuela media: “El acompañamiento de la trayectoria escolar de cada estudiante (por ejemplo, con tutorías integrales) es una herramienta clave, entre otras estrategias preventivas que pueden utilizar las escuelas para ayudar a un alumno a aprender”. Para la especialista, “la detección temprana es una estrategia a considerar para evitar ‘arrastrar’ un problema a lo largo de un año”.
Para Rivas, atacar la repitencia requiere aplicar estrategias múltiples: “Integración de contenidos, proyectos de mejora institucional con liderazgo directivo, revisión de las pedagogías para generar estrategias diferenciadas, apoyo a los alumnos con dificultades y creación de sentido en los contenidos y saberes que se enseñan, para que valga la pena aprenderlos”.
“A mediano plazo –sigue Rivas– debería planificarse un modelo de escuela secundaria no graduada, con núcleos comunes compartidos por el mismo grupo y materias que son obligatorias y optativas pero se siguen con diversos ritmos, como en la universidad. Así los alumnos tienen un grupo de referencia, pero también conocen a otros alumnos y siguen su propio ritmo sin tener que repetir y volver a ver las materias que ya aprobaron”.
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