Terminó el mundial de fútbol, pero mucho más importante que este es
el mundial de la educación. Una vez cada tres años la OECD conduce los
exámenes PISA (Programme for International Student Assessment) en 65
países que abarcan el 90% de la población del planeta. Esta contienda es
la que permite mostrar no sólo cuáles países son los que tienen mejores
sistemas educativos sino también cuáles están mejorando y cuáles
empeoran. Los test miden el pensamiento crítico en matemáticas, la
capacidad de discernimiento en la lectura y el nivel de conocimientos en
ciencias. En los tres casos, los finalistas del mundial serían Coréa y
Japón y el tercer puesto se disputaría entre Holanda, Bélgica y
Alemania, que habría ganado por penales a EE.UU., Inglaterra o Francia.
En el gráfico que acompaña esta nota, elaborado por www.graduateXXI.org podemos observar que Argentina no pasaría la etapa clasificatoria en ninguno de los tres niveles. Así quedamos en el puesto 61° sobre el total de 65 países en lectura; estamos en el puesto 59 en matemáticas y apenas mejor en ciencias en el puesto 58. Es decir, en todos los casos estamos en el último 10% del planeta.
El nivel de educación de toda América Latina está en el último quintil del mundo entre quienes toman el test (faltan datos sobre todo de África). Y el deterioro del sistema argentino es tan lapidario que ni siquiera dentro de Latinoamérica Argentina hubiera logrado pasar las eliminatorias si fuera un torneo equivalente al del mundial de fútbol.
Según los exámenes de PISA, en promedio la Argentina se ubica en el puesto 59° y en la última década caímos del primer lugar al 6° entre los ocho países que toman el test en América Latina.
Esto es aún más grave si consideramos que se ha duplicado el gasto en educación, medido en términos de PIB, en esta última década de expansión presupuestaria récord.
De este modo, nos vemos obligados a concluir que para mejorar la educación tenemos que hacer un cambio profundo de sistema. No habrá una mejora substancial por gastar aún más dinero, ni siquiera por tener más maestros (hoy tenemos proporcionalmente el doble de maestros que Australia), y me parece que tampoco tiene relación directa con las horas de clase.
Si además, comprendemos que el mundo está sufriendo un cambio vertiginoso en la forma de educar, gracias a las nuevas tecnologías, al avance de las neurociencias, al hecho que hoy sabemos que hay decenas de tipos de inteligencias diversas y decenas de maneras de enseñar que pueden aplicarse con diferentes resultados a los diversos niños. Entonces, podremos concluir que no podemos volver hacia atrás para encontrar la solución, y que tampoco existe un modelo óptimo de educación para todos, sino que debemos tener un sistema que permita desarrollar diversos modelos educativos que amplíen la oferta para que sean los padres quienes decidan cuál es la mejor educación para sus hijos.
Este tipo de sistemas requieren al menos tres reformas fundamentales:
1) Que las decisiones se tomen a nivel de cada escuela, donde debe existir un gobierno tripartido dirigido por un director/a, los maestros y los padres de los alumnos. Y que el director recupere la posibilidad de contratar maestros y despedir sin causa, al menos un 5% de los maestros por año, de modo de dotarlo de mayor flexibilidad para mejorar su establecimiento.
2) Que el financiamiento estatal siga al alumno, si el padre decide cambiarlo de escuela el cheque del Estado pasa al nuevo destino.
3) Que se tomen exámenes censales a todas las escuelas y todos los alumnos.
El nuevo modelo entonces permitirá que los más de 50.000 establecimientos educativos compitan para ver cuál funciona mejor. Podremos ver no sólo el nivel de cada escuela y cada maestro, sino cuáles mejoran más rápido. El Estado colaborará con los padres para que puedan tomar la mejor decisión de a dónde enviar a sus hijos. Las escuelas que estén en el tercio superior de los exámenes tendrán cada vez mayor libertad de acción, mientras que el Estado concentrará la labor de asesoramiento para el mejoramiento educativo en las escuelas que se encuentren en el tercio inferior de los resultados. A su vez, el Estado promoverá replicar las mejores prácticas de las mejores escuelas, por ejemplo, publicando los consejos de las directoras de las 10 escuelas que más hayan mejorado las calificaciones de los alumnos. Es decir, teniendo en cuenta la mejoría y no sólo el nivel.
Ha llegado la hora de debatir el mejor sistema educativo para la Argentina, evitando todos los comentarios nihilistas que repiten conceptos como “eso parece interesante y funciona en muchas partes pero en Argentina no se puede”. Se puede y debemos hacer el cambio.
Urge cambiar de modelo porque las generaciones que empiezan hoy su educación, entrarán al mercado laboral en el 2034, y para ese entonces, la industria estará expulsando empleo humano, reemplazado por los robots, mientras que se multiplicarán los empleos en los servicios, en la industria del entretenimiento, el turismo, las artes, donde se requerirán personas que hayan desarrollado diversas capacidades como su creatividad, imaginación, inventiva, su dominio de diferentes lenguas, en especial el inglés, la inteligencia emocional, y espiritual, entre otras.