En la escuela de frontera Batalla de Chacabuco, de
Calingasta, San Juan, los docentes brindan los contenidos básicos a sus
24 alumnos porque no tienen recursos ni herramientas para más. Mientras
tanto, en la Escuela Hogar 245 de Villa Llanquín, ubicada a 40
kilómetros de Bariloche, se las ingenian como pueden para combatir la
incomunicación que les genera el no tener señal de celular ni telefonía
fija. La institución solo tiene antena de Internet satelital pero
limitada.
Es que estos problemas de infraestructura, ingresos,
ubicación geográfica y capacitación se replican en los diferentes
rincones del país, dejando en evidencia la fuerte brecha educativa que
todavía existe y que deja una huella imborrable en los destinos de los
jóvenes argentinos.El artículo 84 de la Ley de Educación Nacional sostiene que el Estado debe garantizar las condiciones materiales y culturales para que todos los alumnos logren aprendizajes comunes de buena calidad, independientemente de su origen social, radicación geográfica, género o identidad cultural.
Sin embargo, la realidad muestra que los desafíos a los que se enfrentan las escuelas son dispares y generan injusticia social. De hecho, según el nuevo informe "El aprendizaje desigual" elaborado por Educar 2050, el desempeño de los alumnos en las últimas pruebas PISA del 2012, difieren considerablemente si se tienen en cuenta la ubicación geográfica, el tipo de gestión pública o privada de la escuela, si es urbana o rural, y el nivel socio-económico de los alumnos.
Dados los cortes que utilizaron, los resultados no deberían sorprender: las escuelas de ciudad de Buenos Aires, privadas y urbanas y a las que van los chicos de mejores niveles socio-económicos son las que tienen los mejores rendimientos académicos. "La primer conclusión a la que llegamos es cuan diferente es el aprendizaje de un alumno promedio en Ciudad de Buenos Aires del de sus pares en Cuyo, Noroeste o Noreste. Es como si estuvieran viviendo en dos países diferentes. En estas tres últimas regiones, más de la mitad de los alumnos de 15 años están por debajo del nivel mínimo de aprendizaje en matemática, ciencia y lectura. Si te fijás como mejoraron México, Chile, Brasil o Perú en PISA desde el 2000, fue reduciendo el porcentaje de alumnos que están por debajo de los niveles mínimos. Si queremos reducir la desigualdad de aprendizaje en nuestro país, nosotros necesitamos hacer lo mismo en las regiones más rezagadas", explica Alejandro Ganimian, miembro del Consejo Asesor de Proyecto Educar 2050. A la vez que agrega, que "si te ponés a comparar todos los factores que inciden en la brecha, el que más subsiste es el de nivel socio-económico".
Otros de los hallazgos del mencionado estudio, son que el desempeño del Noreste ha mejorado entre las tres materias desde el 2009, mientras que el del Cuyo ha empeorado en matemática; que el porcentaje de alumnos en los niveles más altos de desempeño en Ciudad de Buenos Aires supera ampliamente los de todas las otras regiones del país y que la brecha urbano-rural es más pronunciada en el Cuyo.
"Pese a los esfuerzos por compensar desigualdades, en muchas provincias los alumnos más pobres van a escuelas con peor infraestructura y materiales educativos que los menos pobres en las escuelas públicas. La oferta privada aumenta esas brechas con el pago de cuotas. También hay brechas importantes en los aprendizajes, que tienen un fuerte condicionante social", explica Axel Rivas, investigador principal de Cippec.
En relación a cuáles son las causas de esta desigualdad, Rivas esboza tres: la falta de planificación estatal integral para dar mejor oferta a los más necesitados; el lobby de las propias escuelas para lograr más recursos, y la generación de recursos por vía de las familias, como las cuotas o cooperadoras.
Por su parte, Ganimian incluye el aspecto humano como factor que puede incidir en la desigualdad: "las escuelas argentinas tienen las cifras más altas de ausentismo estudiantil de todos los países que participaron en PISA 2012, y de las más altas tasas de llegadas tarde y mal comportamiento de los estudiantes. También tenemos las tasas más altas de llegadas tarde y ausentismo de maestros, según reportes de directores. Estamos debatiendo la nueva escuela secundaria, los 180 días de clase, si llegamos al 6% del PBI destinado a educación, pero al final de cuentas gran parte de los alumnos y maestros no están yendo o llegan tarde a la escuela".
Otro descubrimiento que sale a la luz con el relevamiento de Educar 2050 es que la Ciudad de Buenos Aires tiene la brecha más alta por nivel socioeconómico (los alumnos de nivel socio-económico más alto tienen 3 años más de aprendizaje en matemática que los de nivel socio-económico más bajo) y entre estudiantes de escuelas públicas y privadas (los alumnos de las escuelas privadas tienen más de 2 años más de aprendizaje en matemática que los de las escuelas públicas). Y más allá del trabajo que hay que hacer para que todos los alumnos del país lleguen a los niveles mínimos de conocimientos, Ganimian cree que hay que construir sobre las experiencias exitosas: "Si bien estamos muy lejos de llegar a los niveles más altos que tiene Shangai, en la ciudad de Buenos Aires hay chicos que se sacan notas excelentes. Yo me fijaría en esas escuelas como para identificar buenas prácticas, independientemente de las ventajas que tienen los alumnos".
¿Qué se puede hacer desde las políticas públicas para achicar entonces esta brecha? Rivas y Ganimian sugieren empezar por lo mismo: generar buenas estadísticas. "Un primer aspecto es tener un censo de nivel socioeconómico por escuela y de todos los recursos de cada escuela, para identificar las injusticias existentes. Combinado a este sistema de medición es clave accionar un dispositivo de justicia distributiva en el reparto de los recursos educativos", dice Rivas. Mientras Ganimian agrega la propuesta de que las provincias amplíen su muestra de PISA para tener sus propios resultados en el 2015.
Por último, Rivas sostiene que no basta con dar más a los que menos tienen, sino que hay que potenciar las pedagogías para que los docentes puedan y quieran enseñar en contextos adversos. "Necesitamos más transparencia y decisión política para romper las brechas educativas", concluye.
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